ES DE CHILOTES

Carmelito de la Cruz vive en Añihue. Está recluido en el otoño, casi el invierno de su vida, después de haber enriquecido la existencia y la memoria de generaciones de chilotes. Fue patrón y capitán de su lancha, en los primeros recorridos entre islas Chauques y Dalcahue. Era un personaje mágico que tenía el poder de transportarnos al paraíso del abuelo Tránsito Ulloa, cuando no había muelles y embarcaderos y los botes de remos eran los vehículos seguros para abordar la lancha. Tenía un bigote castaño, pelo ondulado y, desde mi corta estatura, lo veía como un gigante poderoso que se paraba en la proa, hundía una vara en el agua, penetrando el fondo y daba un salto descomunal hasta la arena, donde disponía el desembarco.
Carmelito de la Cruz era sinónimo de navegación segura, de conversación amable y de aventura garantizada. Nadie como él, decía mi madre, conoce los canales, los vientos y las mareas isleñas. 50 años después, navegando los canales entre Mechuque y Añihué, un bote a motor se acerca a Doña Luisa, la lancha de recorrido, trayendo una nueva pasajera rumbo a Dalcahue. “¡Mira es Carmelito de la Cruz!” Me apuro hasta el costado de la lancha y veo el bote pegado a la eslora, una mujer subiendo y detrás de ella un hombre anciano entrega bolsos y carga para llevar a Dalcahue. Es el legendario navegante de mi infancia, ahora atento al motor de su bote y listo para volver a su isla dejando una estela de agua y espuma blanca. Carmelo de la Cruz, señor de la navegación a vela y de los primeros motores impulsando embarcaciones en el laberinto de canales del grupo de islas Chauques.
(FUENTE: Fotografías e Información facebook De Chilotes, cuentos y cronicas)